Cuaresma: Un Camino de Esperanza y Renovación
Vivir la Cuaresma: ayuno, oración y limosna. La Cuaresma es un tiempo de reflexión, conversión y preparación para la Pascua. Con el gesto simbólico de la imposición de la ceniza, recordamos nuestra fragilidad y la necesidad de renovar nuestro corazón: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás» o «Conviértete y cree en el Evangelio».
Como bien nos recuerda Monseñor José María Gil Tamayo, este tiempo litúrgico es una oportunidad para hacer una revisión espiritual, como si fuera una «ITV» de nuestra vida cristiana. Es el momento de mirar nuestro interior, identificar aquello que nos aleja de Dios y ponernos en camino con un corazón renovado.
El Trípode de la Cuaresma: Ayuno, Oración y Limosna
Para vivir verdaderamente la Cuaresma, la Iglesia nos propone tres pilares esenciales:
1. Ayuno: Más allá de la comida, un corazón desprendido
El ayuno no es solo abstenerse de alimentos, sino aprender a privarnos de lo innecesario, alejarnos del egoísmo y ser conscientes de las necesidades de los demás.
2. Oración: Encuentro personal con Dios
Orar no es solo repetir palabras, sino dialogar con Dios, escucharlo y dejarnos transformar por su amor. Como decía Santa Teresa de Jesús: «Orar es tratar de amistad con quien sabemos que nos ama». En esta Cuaresma, retomemos la Biblia, no como un libro olvidado en la estantería, sino como una fuente de vida y esperanza.
3. Limosna: Un corazón generoso
La Cuaresma nos invita a mirar a los pobres y compartir con ellos. Dar limosna no es solo un acto de caridad, sino una expresión concreta de nuestro amor al prójimo.

Caminar Juntos en la Esperanza
El Papa Francisco nos anima en este Año Jubilar con un lema inspirador: «Caminemos juntos en la esperanza». En un mundo marcado por la incertidumbre, la división y la crispación, la fe nos recuerda que no estamos solos.
La Semana Santa, con sus procesiones y signos visibles, nos muestra que la vida cristiana es un camino en comunidad. No podemos ser «creyentes no practicantes»: el cristianismo nos llama a ser activos, a vivir nuestra fe con coherencia y compromiso.
Vivamos esta Cuaresma con los ojos puestos en la esperanza eterna, recordando que nuestra verdadera meta no está solo en las preocupaciones terrenales, sino en la promesa de la Vida Eterna.
Que la Virgen de las Angustias, a quien veneramos con amor en nuestra ciudad de Granada, nos acompañe en este camino de conversión y esperanza.
¡Buena Cuaresma!